Contribuyentes

lunes, 24 de mayo de 2010

Es curioso cómo las palabras consiguen cambiar nuestro estado de ánimo, provocando llantos y sonrisas, ira y tranquilidad. Cómo por callar palabras sentimos un increible desasosiego que nos atormenta, pero aprendemos a controlarlo, a callar siempre, a no discutir, por pereza tal vez, por tener un poquito de paz, pero todas esas palabras se van acumulando en algún rincon de nuestro ser.
Palabras metidas en una habitación cerrada a cal y canto, donde nada puede salir, pero tiene una pequeña rendija por la cual no dejan de entrar más y más cosas, nuestras propias palabras no expresadas públicamente y las de los demás, sí expresadas, y que duelen como malditos puñales. Pero al final todas esas montañas de palabras saturan la habitación y la puerta empieza a ceder... primero se oye un pequeño crac...luego un qqjjjrac... hasta que finalmente se oye el estruendo final que aplasta a aquel que esté en las inmediaciones de la habitación.
Quien dijo que las palabras se las lleva el viento era tan sabio como ignorante, pues, al igual que se las lleva, el viento puede cambiar de sentido y darte una bofetada en la cara, y lo más gracioso de todo esto, es que a veces ni siquiera te dan en la cara tus propias palabras (lo cual no es tan malo, ya que si dices algo, aprende a vivir con las consecuencias), sino que te pegan el manotazo las palabras de algún ser que habita en tu mismo entorno......au!!

.
.
.
.
c
r
a
c
.
.
.
.

jueves, 20 de mayo de 2010

El error es vivir esperando...

Nunca me he considerado una persona rencorosa, pero hay cosas sensaciones, situaciones... que no se olvidan. Son hechos que, aislados, pueden carecer de gran importancia, que simplemente son baches, pero que, sin embargo, son nuestros grandes maestros, ellos te endurecen o te ablandan.
Hace poco alguien me dijo que había cambiado, pregunté porqué y no supo que contestarme, su conclusión fue, que, tal vez, simplemente había cambiado su percepción sobre mí. Esto me dió que pensar, me sigo considerando más o menos la misma persona pero si vuelvo la vista hacia atrás (y tampoco he de retroceder tanto...) me doy cuenta de cuanta razón tiene.
En este último año he aprendido mucho. No puedo decir que haya tenido una mala experiencia que me haya hecho endurecerme (sólo los típicos altibajos que puede tener cualquier persona), pero sí he conocido a mucha gente: personas que no había visto en mi vida, otras de las que no me había percatado e incluso gente que siempre estuvo ahí. Creo que de todos vosotros he aprendido algo, tal vez por conversaciones, tal vez por hechos, tal vez por ser simplemente como sois, cada uno tiene su visión del mundo, y cada uno me ha hecho ver las cosas de distintas maneras para poder llegar a verlas de la mía propia.
Por el camino he perdido cantidad de cosas, no materiales, se ha ido la confianza que en algún momento hubo. Pero también he ganado, me habéis enseñado.
He aprendido que todo el mundo miente y que, como aquel que dice, no es oro todo lo que reluce. He escuchado tantas versiones de una misma historia que hasta me dan pena los protagonistas. He descubierto que la basura existe y que los basureros no se preocupan por las ratas. He comprobado la velocidad del sonido gracias al "de boca en boca". He decepcionado, estoy segura, y me han decepcionado, por descontado. He llegado a un límite y he dado la vuelta, ahora soy yo, ayer, y mañana. No hay más remedio que aceptar las cosas tal como vienen, no queda otra que dejarlas estar...no, prefiero ponerme a prueba, gracias. He dejado de creer en muchas cosas, pero siempre está la excepción que confirma la regla...
Aunque también he aprendido que toda experiencia merece la pena, que hay conversaciones que enamoran, que fascinan, aunque sean de la mayor estupidez del mundo, a ver quien suelta la burrada más grande, largos paseos, fotos, canciones y más canciones, textos y más textos, minimalismo.....
Y lo que me queda....porque hay gente a la que echo de menos y gente a la que no... y porque otras veces, lo que echo de menos, son las sensaciones.


y la solución... vivir sintiendo.

martes, 18 de mayo de 2010

Cristal opaco.

Mi luz será tu luz.
Mi vida, fiel servidora de tu grandeza,
tu autoestima y tus deseos.
Condenada a la eterna incapacidad para dejar de quererte,
para pensar que mi felicidad acaso
 vale algo más que la tuya.
Tu vida, tan grande e importante,
incomparable a las demás.
Tus lágrimas de cristal,
tan delicadas. Las recojo una a una,
las busco en el inmenso espacio.
¿Me ves?
Imposible, todo lo que es más importante que yo
te refugia de mí. Estás ciega.
Arráncame el corazón sin piedad,
penetra en mi piel como cuchillas afiladas
y siénteme. Siente que yo también sangro
y no tengas miedo,
el daño físico es lo que menos importa
y si esto te sirve
mi sufrimiento tendrá recompensa.
Egoísta.

sábado, 15 de mayo de 2010

Aristóteles y la juventud.

Los jóvenes son propensos a desear y a hacer lo que desean. En cuanto a los deseos del cuerpo son especialmente inclinados a los sexuales e incapaces de dominarlos, aunque también son inconstantes y dados a aburrirse de sus deseos; desean vehementemente pero se les pasa rápidamente […]. Son temperamentales, vehementes e inclinados a la ira, y se dejan dominar por sus impulsos, pues por su pundonor no soportan sentirse menospreciados, sino que se irritan si creen que sufren un trato injusto. Son deseosos de prestigio, pero lo son más de ganar, pues la juventud desea ardientemente la superioridad. En cambio ambas cosas son más importantes que el deseo de dinero… porque no han experimentado aún lo que significa su falta… No tienen mal natural, sino bueno, porque aún no han conocido muchas perversidades. Son confiados porque aún no les han engañado muchas veces, y esperanzados, porque tienen un calor natural, semejante al que sienten los borrachos, además de porque aún no les han engañado muchas veces. La mayor parte de su vida está llena de esperanza, porque la esperanza se refiere al porvenir, y el recuerdo, al pasado, y para los jóvenes el futuro es largo, y el pasado corto […]. También son engañadizos, por lo dicho, porque se esperanzan con facilidad, y más valerosos, porque son impulsivos y llenos de esperanza: lo primero les quita el miedo, lo segundo les da ánimos… Son vergonzosos… y magnánimos, pues aún no se han visto humillados por la vida… Prefieren realizar acciones hermosas mejor que provechosas, pues viven más de acuerdo a su modo de ser que con el cálculo… Son más amigos de sus amigos y de sus compañeros que los de las demás edades porque disfrutan de vivir en compañía y aún no eligen nada de acuerdo con el provecho, y en consecuencia, tampoco a los amigos. Todos sus errores son por exceso e impetuosidad: aman en exceso, odian en exceso… Creen saberlo todo y están absolutamente seguros… Cometen agravios por injuriar, no por hacer daño. Son compasivos, porque suponen a todo el mundo noble y mejor de lo que es, pues miden al prójimo por el rasero de su propia inocencia… Son propensos a reír y por ello también bromistas, pues la broma es una insolencia atemperada por la buena educación. Así es, pues, el modo de ser de los jóvenes.

Retórica, Libro II, Capítulo XII.

martes, 4 de mayo de 2010

[...] "Así como en los parlamentos el debate vivo ha sido sustituido por secos informes, leídos o semiaprendidos, desprovistos de dramatismo, las informaciones transmitidas por las ondas a la distancia, escuetas y desaliñadas, procuran actuar sobre las mentes a la manera de martillazos, que clavan un contenido sin dar espacio al análisis reflexivo".

Francisco Ayala. La retórica del periodismo.