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lunes, 24 de mayo de 2010

Es curioso cómo las palabras consiguen cambiar nuestro estado de ánimo, provocando llantos y sonrisas, ira y tranquilidad. Cómo por callar palabras sentimos un increible desasosiego que nos atormenta, pero aprendemos a controlarlo, a callar siempre, a no discutir, por pereza tal vez, por tener un poquito de paz, pero todas esas palabras se van acumulando en algún rincon de nuestro ser.
Palabras metidas en una habitación cerrada a cal y canto, donde nada puede salir, pero tiene una pequeña rendija por la cual no dejan de entrar más y más cosas, nuestras propias palabras no expresadas públicamente y las de los demás, sí expresadas, y que duelen como malditos puñales. Pero al final todas esas montañas de palabras saturan la habitación y la puerta empieza a ceder... primero se oye un pequeño crac...luego un qqjjjrac... hasta que finalmente se oye el estruendo final que aplasta a aquel que esté en las inmediaciones de la habitación.
Quien dijo que las palabras se las lleva el viento era tan sabio como ignorante, pues, al igual que se las lleva, el viento puede cambiar de sentido y darte una bofetada en la cara, y lo más gracioso de todo esto, es que a veces ni siquiera te dan en la cara tus propias palabras (lo cual no es tan malo, ya que si dices algo, aprende a vivir con las consecuencias), sino que te pegan el manotazo las palabras de algún ser que habita en tu mismo entorno......au!!

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3 comentarios:

  1. dueño de mis silencios, esclavo de mis palabras.

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  2. eso misma demasiado dueña creo yaa

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  3. La palabra, la más poderosa arma...
    Lástima que haya tantas almas sin balas, tantas bocas sin palabras, y lástima que otras tantas las cargue el diablo.

    Palabras, tan compañeras como enemigas.

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